El director de una de las escuelas primarias de la wilaya Aaiun con el grupo Miradas del Sáhara |
A pesar de la falta de recursos, la población saharaui sigue dando pasos con excelentes resultados: la alfabetización y la escolarización rozan el 100%
Todas las escuelas
-o madrasas como allí les llaman- de las wilayas tienen un patio
central que en medio hondea la bandera de la RASD (República Árabe Saharaui Democrática), en cuanto un cooperante pone un pie en tal
patio ya recibirá el saludo de cualquier niño saharaui que bien va
al baño, bien está en la hora de gimnasia o, a veces, incluso se asoma una clase
entera a la puerta para darle la bienvenida. Un “Hola, ¿cómo
estás?”, “¿De dónde eres?”, “¿Cómo te llamas?”, es su
saludo básico (todo esto a un volumen de voz mayor al habitual) o
preguntas más complicadas de aquellos niños que viajan los veranos
a la península.
Patio de una de las madrasas de Primaria de la Wilaya Aaiun |
Después de ver el
hospital el grupo de Miradas del Sahara fuimos a visitar una de las
seis madrasas de la wilaya Aaiun, la escuela primaria donde cinco de
nosotras íbamos a ayudar a las mañanas mientras las sanitarias lo
hacían en los dispensarios y en el hospital. Allí nos recibieron
muy bien, el director nos invitó a la sala de profesores, y después
del tradicional ritual del té en un forzado castellano trató de
explicarnos la realidad de construir un colegio de la nada; lo
sacrificado de tirar hacia delante el carro de la enseñanza, en una
situación en los que escasean los recursos; las dos caras de la
escolarización y el orgullo de hacer desaparecer el analfabetismo.
Si la parte bonita
de ayudar en los colegios son los niños y niñas, que te alegran
cada mañana con esa sonrisa inocente, la parte amarga, como en el
área de la sanidad, es la escasez de fondos, de recursos y de
material. Los libros que utilizan, por ejemplo en la asignatura de
castellano, provienen de las ayudas de la Universidad de Murcia que
son quiénes han ideado ese libro -un pequeño cuadernillo llamado
Leo Leo-, no disponen de biblioteca para que los niños lean. El
profesor de castellano nos contó que este era uno de los mayores
problemas, no podía leer libros a los niños y niñas, así que la
mayor parte de trabajo que se realiza en el aula es puramente teórico
sin incluir casi comunicación.
Otra anécdota que
nos contó el director de la wilaya es que hasta el curso pasado a
los niños y niñas que acudía a la madrasa se les daba un brick de
leche y cuatro galletas, pero este curso se ha tenido que reducir la
dieta a únicamente leche, por la falta de fondos. En cuanto a la
enfermería de la escuela también es pobre en recursos, solo
disponen de un botiquín de ayuda primaria y de gasas y vendas, y aún
así, tampoco disponen de una persona especializada, ya sea enfermera
o auxilixar.
Material de la enfermería de la escuela |
Al otro lado de la
moneda la alfabetización. Según un informe presentado por la RASD
en el año 2010 casi se roza el 100% de la población alfabetizado.
Este era uno de los grandes retos para la sociedad saharaui que
cuando se quedaron en los campamentos hace más de 30 años ni si
quiera tenían colegios, y tuvieron que empezar desde cero. La
educación es la base en la que se sustenta la fortaleza de cualquier
pueblo o país, y esto la sociedad saharaui lo conoce, por ello lo
impulsa para que el niño o niña que termine la escuela secundaria
pueda ir a la Universidad de Cuba, Argelia o Libia y una vez formadas
volver al campamento para luchar por mejorar su contexto
socio-cultural.
Los problemas
inevitables de la escolarización
Ver a un niño o niña todas las mañanas sin acudir a la escuela es
algo impensable en el Estado español, ante eso, llamadita a la
Policía que sabemos que se presentarán en casa de la criatura y de
una forma u otra acabarán llevando al pequeño o pequeña a la
escuela. Nada parecido a lo que ocurre en los campamentos de Tindouf.
A pesar de que la no escolarización de los y las niñas ha dejado de
ser un lastre para la población saharaui, se siguen dando casos de
este tipo.
La principal razón del absentismo escolar son aquellos niños y
niñas que viven lejos y al no disponer de servicio de un autobús en
la madrasa, les resulta prácticamente imposible ir andando hasta el
colegio (estamos hablando de distancias de más de tres horas andando
en medio de la zona más árida del desierto). La situación de la
sanidad saharaui también tienen consecuencias en la escolarización
de los y las niñas. Otra de las razones de absentismo son aquellos
casos en los que los progenitores de las criaturillas están
enfermos, por lo que los hijos e hijas se ven obligadas a trabajar
para sacar adelante a su familia. Por último, están aquellos niños
y niñas cuyas familias son nómadas.
Una niña de 2º curso en la clase de castellano |
Para la sociedad saharaui, el ir a la escuela es una obligación
moral, y esta forma de interpretar la educación se refleja de forma
en las aulas. Por la experiencia de Miradas del Sáhara, ha sido
difícil encontrar niños o niñas que no quisiesen aprender en
clase, al menos en la asignatura de español. La mayoría de los
niños y niñas van a la madrasa andando, por lo que sería fácil
escabullirse de las clases, pero el director de la escuela nos
explicó que eso rara vez ocurre, al menos en la Primaria, en la de
Secundaria otro gallo cantaría.
Educación
gratuita
Cualquier saharaui tienen la posibilidad de estudiar en la escuela
sin hacer diferencia en razones sociales. Además del acceso a la
educación en una de las madrasas de la wilaya, el gobierno del RASD
también proporciona cuadernos, bolígrafos y todo el material
necesario para el desarrollo de las clases. Estos recursos provienen
en su gran mayoría de ayuda humanitaria, y, como cabe de esperar, no
es suficiente. Dentro de las aulas aún hay niños y niñas
compartiendo libros -al menos es narra la experiencia de Miradas del
Sahara en las clases de castellano-.
La distribución de la clase es simple. La pizarra y mesa del
profesor mirando al alumnado y dos o tres filas de pupitres de dos
-en ocasiones se pueden ver tres, incluso cuatro, estudiantes en un
pupitre-. Normalmente las filas de mesas de distinguen por género de
niñas o de niños. La antigüedad y el uso que se le da al
mobiliario de las aulas se puede ver en algunos bancos de los
pupitres que al estar rotos se han tenido que sustituir por tablas.
Una de las clases de 2º curso con cuatro miembros de Miradas del Sahara |
Clases
abarrotadas
Hace tres meses las inundaciones azotaron los campamentos de
refugiados inhabilitando algunas construcciones que al ser de adobe
no están preparadas para aguantar estos fenómenos meteorológicos.
Los niños y niñas de la madrasa de Primaria del Aaiun han sido unas
de las muchas víctimas de esta tormenta.
Una de las clases destrozada por las inundaciones de hace tres meses |
De 17 clases que había a principio de curso se han tenido que pasar
a 14 ya que el fuerte temporal destrozó tres de ella, y aún, por la
falta de fondos, no se ha podido dar paso a su reconstrucción. Lo
que ha ocurrido es que una clase de 2º, otra de 3º y otra de 5º
han desaparecido y los alumnos y alumnas se han tenido que mezclar
con las otras dos clases que corresponden a su curso -hay tres aulas
por curso-. En otras palabras, por si ya estaban poco llenas las
clases, ahora están repletas.
Experiencia
o titulación
Tener la licenciatura o grado en magisterio no es indispensable ni
mucho menos necesario para trabajar en un colegio saharaui. En el
caso de la madrasa en la que Miradas del Sahara colaboró, había una
tutora por cada clase -la gran mayoría de ellas mujeres- y además
de ello dos maestros de español, que al ser la segunda lengua del
pueblo saharaui lo empiezan a aprender en las escuelas primarias
desde el 2º curso.
Luali a la izquierda y Hanna a la derecha, los dos maestros de español |
En el caso de esta madrasa había un profesor de castellano que
llevaba más de diez años trabajando, por lo que su experiencia
valía más que cualquier título universitario. El otro profesor
tenía 17 años y a pesar de no tener ni experiencia ni titulación
-solo había cursando hasta segundo de secundario y se había sacado
un FP en informática, todo esto en la Península- conocía
castellano suficiente como para formar a niños y a niñas en el
idioma.
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