Un segundo puede cambiar el resto de tu vida, puede dejarte sin sueños, sin futuro y sin autonomía. Un segundo puede quitarte o destrozarte lo único que es solo tuyo, tu propio cuerpo
escrito por Patricia PRESENCIO
A unos 60 kilómetros de la
wilaya Aaiun está el hospital Centro Mártir El Sheriff, el único centro de
mutilados de guerra y minas anti-persona del Sáhara Occidental. Se
encuentra cerca de Rabuni, donde se concentran la administración y
política de la República Árabe Saharaui Democrática. Allí viven
las víctimas del muro de la vergüenza de 2.700 kilómetros que
separa el territorio saharaui ocupado por Marruecos y el territorio
liberado.
Además de ser el muro más
largo del mundo, también es el más minado -se estima que haya entre
siete y diez millones de minas anti-personas-, lo que supone que hasta
hoy en día sigan existiendo víctimas por la explosión de algunos
de estos artefactos. Según afirma la organización Acción contra la
Violencia Armada desde 1975 han muerto, nada más y nada menos, que
2.500 personas como víctimas de este tipo de armamentos.
En una visita del grupo de
Miradas del Sáhara al Centro Mártir El Sheriff, tras ser recibidos por
su director, conocimos a algunas de esas víctimas. Les pusimos voz y
cara, conocimos sus historias, sus dolencias y el abandono que
sienten. Y en petición a sus deseos, se intentará transmitir de
forma lo más fiel, y lo más lejos posible sus nombres, apellidos y
su situación y la de su pueblo.
Bachari Said Adaf (58)
lleva tumbado en una cama bocabajo más de tres décadas. Hace 34
años -en 1981- estaba cuidando su manada de camellos, era nómada en
el desierto, cuando de repente explotó la mina anti-persona que le
dejó tretapléjico de cintura para abajo y sin poder mover la columna
vertebral. Desde entonces todo cambió para el joven Bachari, a los
24 años se vio obligado a internar en el Centro Mártir El Sheriff,
sin poder formar una familia por lo que son sus hermanas o primos los
que viven con él en el hospital.
La situación de Bachari es
irreparable. Han acudido organizaciones en su ayuda, pero todo ha sido
en vano y el diagnostico siempre el mismo: no tiene recuperación, ni
en el Sahara ni fuera. Bachari quiso hacer hincapié en la ayuda que
reciben del pueblo vasco, y nos puso -a mi al menos- la piel de
gallina al confesarnos que él sabe que esta colaboración especial
de Euskal Herria es porque son dos pueblos muy cercanos y en sus
propias palabras: luchan por un mismo reto.
Bachari Said Adaf, en la posición en la que lleva desde 1981 cuando le explotó una mina anti-persona. |
Said
Mohamed Fadel (62),
permanece postrado en la cama desde 1982. Said era militar, y con 28 años mientras iba conduciendo un camión cerca del muro, éste pisó
una mina anti-carro y la explosión le causó una grave fractura en la
columna vertebral. Con 66 años, Said, solo puede mover la mano
derecha -y a duras penas- y un poco el cuello, pero a la hora de
hablar es sereno, como si su cabeza conservara todos aquellos
recuerdos, y la pérdida de sus compañeros en el accidente que le
cambió la vida.
Al
igual que Bachari, Said era joven cuando se convirtió en víctima
de mina, por eso es su familia, hermanas y primos los que viven con
él. Una mina destrozó el sueño de Said de formar una familia y
vivir con niños y niñas correteando por su hogar. Su hogar, desde 1982 es el
hospital en el que vive al no poder hacer nada por si
mismo.
Said Mohamed Fadel, militar herido por mina en 1982 |
Mohamed
Salem Lachgar,
la víctima más recientes de las que se hospedaban durante la visita
en el hospital. Mohamed se dedicaba a repartir víveres por los
territorios liberados del Sahara Occidental, fue en el año 2006, en
un trayecto habitual de trabajo, cuando su coche pasó por encima de
una mina anticarro. Mohamed perdió las dos piernas y se vio obligado
a cambiar su modo de vida.
Mohamed
no se encontraba en los alrededores del muro de la vergüenza, si no
que fue una mina arrastrada por la lluvia y el viento con la que se
topó. Hace casi nueve años fue Mohamed, mañana será otro nómada
como Bachari cuidando de sus camellos o un militar como Said, o quizá
un niño o una niña jugando en la puerta de su casa. Porque Bachari,
Said y Mohamed, son tres entre 2,500 millones a los que una mina
cambió su vida.
A la izquierda Lewa Larosse, director general del centro, a la derecha, Mohamed Salem Lachgar a quien explotó una mina en el año 2006 |
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